La dimensión revolucionaria de la locura. Más allá de la lucha contra el estigma.

Mi primer ingreso en Psiquiatría fue también mi primer encuentro con otros reconocibles y reconocidos como locas. Es cierto que antes me había topado con alguna que me había confiado su secreto (sospecho que a veces nos intuimos entre nosotras). Aunque el camuflaje suele dominar nuestra vida cotidiana, gracias a que nuestra condición no suele ser directamente visible. Hay estigma, sí. Pero “lo nuestro” puede ocultarse, y por ello no somos personas desacreditadas, sino desacreditables (utilizando los términos de Goffman en Estigma). Es decir: podemos vivir sin visibilizar nuestra locura. Sobre todo si aprendemos a manejar la información que expresamos sobre nosotras mismas. Por ejemplo, algunas prefieren presentarse como jubiladas en lugar de como incapacitadas permanentes. Así se ahorran explicaciones, así evitan el riesgo de ser desacreditadas. No somos tontas, el estigma acompaña todavía a la locura. Es preferible no exponerse, pasar desapercibidas. Muchas podemos vivir sin estigma, salvo que algo o alguien nos delate. Personalmente, soy partidaria de visibilizar y luchar contra el estigma e incomprensión social. De ahí mi grata sorpresa al enterarme, casi por casualidad, de la reciente celebración de El día del orgullo loco (20 de mayo).

[AVISO: aconsejo que no continúen leyendo quienes no deseen que les destripe el final de la película El club de la lucha, en la que basaré la idea que quiero transmitir].

Como una perversa paradoja social, el rechazo y el estigma coexisten con una fantasiosa representación de la locura como cualidad deseable o excepcional. Siempre que no pensemos en un episodio maníaco de mi vecina de abajo, un domingo a las nueve de la mañana y aporreando sus castañuelas contra la barandilla de metal la terraza. Siempre que la locura esté lejos… En la distancia de una película, un libro o un atípico personaje que dejó huella como uno de “los grandes” de la historia. ¿Y qué decir de las películas cuyo inesperado final consiste en alguna psicosis sorprendente que, por fin, da sentido a la historia? Me interesa centrarme en El club de la lucha, pero no por el sorprendente final, como después veréis. Dada mi tendencia a extenderme más de lo debido, os copio una sinopsis para que nos ubiquemos:

Un joven [Edward Norton] hastiado de su gris y monótona vida lucha contra el insomnio. En un viaje en avión conoce a un carismático vendedor de jabón [Brad Pitt] que sostiene una teoría muy particular: el perfeccionismo es cosa de gentes débiles; sólo la autodestrucción hace que la vida merezca la pena. Ambos deciden entonces fundar un club secreto de lucha, donde poder descargar sus frustraciones y su ira, que tendrá un éxito arrollador. [Filmaffinity]

La historia de la película se vuelve cada vez más extravagante e inquietante hasta el descubrimiento final de que cierta forma de psicosis ha acompañado al protagonista desde el inicio. En ocasiones comento esta película con otras personas y nunca deja de extrañarme un mismo patrón: focalizan su sorpresa en el “inesperado” desenlace: ¡una psicosis!, ¡el personaje de Tyler Durden (Brad Pitt) no es real, es un alter ego que ha creado la mente del protagonista! Un protagonista (Edward Norton) que no tiene ningún nombre… precisamente porque él es Tyler Durden. ¡Fascinante! Una alocada propuesta: ¿qué os parece si intentamos exprimir un poquito más esta joya cinematográfica?

Si esta película es una de mis favoritas no es, precisamente, por ese inquietante final. No me maravilla la psicosis en sí misma, sino su forma y necesidad, que una lectura social de la historia permiten ver. A mi juicio, estamos ante una disociación [que abordé al  inicio de esta entrada]. El personaje percibe e interactúa con otra persona que “no existe” [con vuestro permiso, amigas «psicóticas»; y disculpad si os ofende, no pretendo invalidar vuestras realidades, sino intentar hacerme entender]. Un tipo que, precisamente, encarna cualidades que el protagonista no posee. Un hombre con ideas, valores y prácticas opuestas a las que representa el protagonista inicialmente. Pero a las que poco a poco irá aproximándose, acomodándose a ellas… Dependiendo de quién vea la película, se hará más énfasis en otras cualidades, o bien se podrá interpretar la psicosis de otra manera. No me importa discutir el “verdadero” significado de la película. Me interesa utilizarla como herramienta de cara a una posible re-significación de las “psicopatologías”.

No puede negarse el énfasis en la autodestrucción, en la búsqueda de sentirse vivos mediante el dolor y la lucha reglada (¡todo tan TLP! Disculpad por el comentario fuera de órbita, la ironía a veces puede conmigo). Pero considero imprescindible descansar de tanta lucha (aunque reconozco mi pasión por la escena de la lejía…), para detenernos en el punto de partida, el de llegada… y el papel de la disociación. Inicialmente, el protagonista es un sujeto que ha interiorizado completamente el rol consumista, que incluso basa su identidad en él. Alguien cuya percepción y forma de vivir en la sociedad engrasa perfectamente con la subjetividad necesaria para el capitalismo (y que él mismo contribuye a moldear). Reproduzco las iniciales palabras del propio personaje antes de iniciar su aventura disociativa:

Hacía seis meses que no podía dormir. Cuando se padece de insomnio nada parece real. Las cosas se distancian, todo parece la copia de una copia de otra copia. Cuando la exploración del espacio profundo sea algo cotidiano, serán las multinacionales las que lo bauticen todo. La interestelar IBM, la galaxia Microsoft, el planeta Starbucks… (…) Como tantos otros, me había convertido en un esclavo del instinto IKEA para acomodarse en casa. (…) Si veía algo original, como una mesita de café en forma de Yin-yang, tenía que comprarla. Así como el combinado de oficina personal [marca C], la bicicleta estática Hovetrekke, o el sofá [marca T] con el diseño Strinne de rayas verdes. Incluso las lámparas de alambre Skytevapen con papel ecológico natural. Ojeaba los catálogos y me preguntaba: “¿Qué clase de vajilla definiría exactamente mi personalidad?”. Tenía de todo. Incluso una vajilla de cristal con diminutas burbujas e imperfecciones, prueba evidente de que había sido fabricada artesanalmente por el sencillo y laborioso personal indígena de… donde fuera. Antes ojeábamos pornografía. Ahora ojeamos la colección de interiorismo. [Escena en Youtube]

¡Qué gozada para el capitalismo!, ¡qué imprescindible para que la rueda del consumo no se detenga! Un sujeto que se identifica con lo que consume.

-Consumidor sin nombre (CSN): No, verás… Es que cuando compras algo sueles decirte: “Eso, eso es lo que necesito. Y lo quiero pase lo que pase”. Tenía el problema solucionado. Lo tenía todo. Tenía un buen equipo de música, un armario que rebosaba ropa de marca… Estaba acercándome… a la realización personal.
-Tyler Durden (TD): Joder, y ahora ya no te queda nada.
-CSN: Exacto, nada de nada.
-TD: Lo superarás. … ¿Sabes lo que es una nórdica?
-CSN: Un edredón.
-TD: Sí, una manta. Una simple manta. ¿Por qué dos tipos como nosotros sabemos eso? ¿Acaso resulta esencial para nuestra supervivencia, en el sentido primitivo de la palabra? No. ¿Entonces qué somos?
-CSN: ¿Qué se yo…? Mmm… ¿consumidores?
-TD: ¡Así es! Consumidores… Subproductos obsesionados por un estilo de vida. Asesinato, delito, pobreza… son cosas que no me incumben. Lo que sí me importa son las revistas de famosos, una televisión con quinientos canales, el nombre de alguien en mi ropa interior, crece-pelos, viagra… ¡sucedáneos!(…) Que os follen a ti y a… tu sofá diseñado con rayas verdes. En mi opinión, nadie debe realizarse. Yo digo: deja de ser perfecto. Yo digo: evolucionemos, no intentemos cambiar el futuro. [Escena en Youtube]

No olvidemos este inicio, la subjetividad consumidora. ¿El punto de llegada? Nada menos que una organización orientada a un cambio social, un cambio económico (llamadla -a mi pesar- “terrorista” o “criminal”, la batalla terminológica la dejo para otro día…). Operando mediante revueltas y actos “vandálicos”, esta organización ha sido creada sin saberlo  por ese mismo tipo que inicialmente basaba su realización personal en el consumo. No es consciente de que él mismo es el responsable máximo de las revueltas porque ha sido Tyler Durden, su “yo disociado”, el promotor de todo lo que va sucediendo. Una disociación de su personalidad que es representada como una persona exterior (que solo él ve, con la que solo él interactúa y habla). Exteriorizado de sí mismo, Tyler Durden posee un espíritu autodestructivo que parece arrastrarle con él. Cada vez más convencido, él se deja llevar por Tyler para quedar perplejo finalmente al quedar excluido de la organización revolucionaria (no conoce su existencia, no sabe qué traman…). Cuando la destrucción apunta a algo externo (destruir y cambiar la sociedad) y no interno (autodestrucción física). ¡Precisamente en estos momentos desaparece su disociación, su alter ego versión 2.0.!

Como sabéis, escenas después se reencuentra consigo mismo, con Tyler Durden, descubriendo que esa imagen aparentemente exterior es en realidad él mismo. Ambos son la misma persona. Por tanto, cae en la cuenta de todo lo que ha hecho él mismo sin ser consciente de ello: destruir su modélica casa-IKEA, obligarse a desprenderse de su identidad consumista, crear nuevos valores y modos de sentir (sí, aunque mediante el dolor… algunos no llegarán a entenderlo nunca). Y… una pesadilla para una subjetividad adaptada al modelo social: ¡él mismo es el jefe de la organización que va a destruir edificios financieros clave! Ahora entiende… y desaparecer Tyler Durden, su disociación revolucionaria. Entonces, la reintegración de su interiorizada subjetividad socialmente adaptada intenta por todos los medios paralizar lo que se cuece.

Aunque ya os lo imaginaréis, la pregunta que me interesa es: ¿por qué la historia se sostiene sobre una disociación?, ¿por qué los movimientos del protagonista necesitan “otro yo” (percibido como “otro” sin más)? Lo de organizar luchas clandestinas, el entramado criminal, la sorpresa de la psicosis final… todo eso está muy bien. Pero quisiera que nuestro objetivo fuera una lectura política de la psicopatología. Porque veo un potencial emancipador y revolucionario en esta historia.

El tipo consumidor del principio está inmerso, perfectamente adaptado socialmente: siente, vive y se concibe como el modelo social requiere para continuar vivito y coleando. Se puede decir que su subjetividad encarna el modelo social, pues es el sentido común (lo obvio, normal, adaptado). Un sujeto así no puede rebelarse contra la sociedad si no es mediante una disociación (¡qué locura!). Es decir, creando un personaje que, siendo él mismo, lo considera una persona distinta y “real”. Porque la subjetividad que (re)produce la sociedad capitalista (-consumista) es incapaz de oponerse a la sociedad; únicamente puede enfrentarse a ella creando otra subjetividad. Una que sea totalmente diferente.

Esta subjetividad revolucionaria, combativa ya no actúa como vaselina social. Y, ¡agárrense los cuerdos! La personalidad revolucionaria adopta la forma de una psicopatología. Yo lo he denominado disociación de su personalidad (si lo prefieres: psicosis, esquizofrenia…). Vamos, que solo puede huir y/o combatir la sociedad mediante la locura. Creando otro “yo”, sin ser consciente de que es él mismo, pues si fuera consciente no podría actuar como lo hace su parte revolucionaria. Es necesaria la disociación, no puede hacerlo de otra manera si no es “enfermando”, enloqueciendo.

La locura parece una especie de grieta social, una posibilidad para la rebelión, la única manera de escapar al “sujeto perfecto” moldeado por y para la reproducción social. Esta lectura de la película no estigmatiza, excluye y margina al loco. Justo al contrario, la locura logra la politización de la persona consumista. Mientras que la hiperadaptación está vinculada con la despolitización, únicamente la inadaptación (locura) posibilita el cambio social.

Los nombres de la locura han variado y, con ellos, su engranaje social. Por ejemplo, un cambio conceptual socio-institucional. La minusvalía tenía connotaciones negativas: valer menos que (los válidos, normales). La discapacidad introdujo una connotación positiva: se trata de capacidades distintas, pero no valen menos que las “normales”. Entre los propios afectados, hablamos de psicodiversidad, de diversidad psíquica, etc. No voy a ser yo quien cuestione el valor de estos cambios terminológicos, que avalan un espíritu de integración de la psicodiversidad, de reconocimiento positivo de lo diverso. No es poca cosa. Y no discutiré con los defensores de estos cambios.

Lejos de valer por sí misma, independientemente de toda articulación con la política, la subjetivación individual está vinculada, en lo más profundo, a la subjetivación colectiva. (Laval y Dardot, La nueva razón del mundo).

Pero aquí propongo algo distinto. Reivindico mantener abierta la grieta social que abre la locura, entender la psicopatología como una grieta revolucionaria. Defiendo que no nos resignemos a los cantos de sirena de la integración, la normalización, la asimilación. Apuesto por explorar las posibilidades de la “inadaptación”, lo anormal… por desquiciar la sociedad. Y aquí sí que tienen cabida los cuerdos. Los que, como el protagonista de El club de la lucha, optan por una subjetividad anormal, inadaptada, loca. ¡Bienvenidos a la condición de posibilidad de la revolución social!



Categorías:Reflexión política

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20 respuestas

  1. Una crisis psicotica es una crisis de identidad (ej. Mi mujer me hace daño y llego a odiarla por eso. Pero desarrollo una psicosis y comienzo a pensar que es la mujer mas maravillosa del mundo). La psicosis es una salida, una via de escape, como creo que en el caso del protagonista de la peli. El necesita crear (no he visto la peli, asi que corrigeme…) ese yo consumista porque es como si entendiera que la solucion a todo pasa por ser uno mas.
    Ademas, una crisis psicotica desencadena una serie de comporramientos que son normalmente inhibiciones de la rebeldia que se lleva adentro (ej. En vez de ser violento con mi mujer genero la idea de que es la mejor mujer del mundo) y por eso que un psicotico no es violento en la inmensa mayoria de los casos.
    Despues de una o varias crisis psicoticas uno puede entender o presuponer la naturaleza de su psicosis o no. Si no llegas a entender corres el riesgo de seguir siendo una caricatura de ti mismo, una persona despolitizada. Si logras entender esa naturaleza tu objetivo sera la politizacion de tus actos.
    Creo que no me dejo nada.Ya hablaremos del estigma en otro momento.

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    • La violencia es el camino rapido y facil para canalizar la rebeldia (Queria aclarar ese detalle por el ejemplo que puse sobre la idea de que los comportamientos psicoticos son inhibiciones de nuestra rebeldia y que por ello no somos violentos). Espero que con esta aclaracion la idea sea mas inteligible.

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  2. No he visto la película, pero me he comido ese spoiler porque sabía que detrás de él iba a encontrarme con un artículo muy bueno. Y así ha sido.
    Me ha encantado el análisis que has hecho, tanto que esta misma tarde me voy a poner a ver la película (nunca antes me había llamado la atención).
    En este caso veo al «alter ego» mucho más cuerdo que a la personalidad principal. No sé hasta qué punto la locura no está detrás del comportamiento socialmente aceptado.

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    • Estaría bien que dieras tu opinión si finalmente has visto la peli (si cambia algo de lo que piensas o te sugiere algo distinto).
      Te agradezco la confianza y haberte comido el spoiler. Menos mal que te gustó el texto…. Gracias por tus palabras.
      Habrá quendar vueltas a eso último que comentas… «la locura detrás del comportamiento socialmente aceptado»… mmmm…. Tengo mis reservas, como loca. Jaja. Pero abre una ventana para seguir reflexionando.

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  3. Guau!! Me haparecido genial tu exposicion y analisis!!

    Como consecuencia de haber pasado por algunos episodios de psicosis y depresion se me ha diagnosticado varias veces de trastorno bipolar ( tipo II o no se que leches…). He pasado por diferentes periodos y tratamientos y, tras un dificil proceso ( en el que de alguna forma sigo inmerso) de lucha y trabajo personal ( muchas veces en absoluta soledad) actualmente tengo una vida plena, alejada de cualquier tipo de estigma, etiqueta o posologia que trate de poner limites a mi realidad. Obviamente me cuido,me acepto,me quiero y sobre todo no trato de convencer a nadie de nada . Yo me comprendo a mi mismo y con eso me basta.

    Antes de sufrir estos episodios, la pelicula y el libro del club de la lucha ya me llamaron enormemente la atencion por todo el trasfondo social y filosofia que contiene la historia; pero despues de “volverme loco”, se ha convertido sin duda en mi libro de cabecera por lo bien que representa el proceso de conflicto, lucha y transformacion entre el individuo, la sociedad y la enfermedad, que tan pronto puede depositarse sobre uno como sobre otro (como bien explicas es una cuestion de enfoque). Me parece muy clara y muy acertada tu exposicion y la verdad que me hace sentirme menos solo en todo este tinglao. Gracias.

    Supongo que tambien la conoceras, pero porsiaca te dejo aqui una cita de Heinrich Heine que me hace sonreir con frecuencia:

    «La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca».

    Gracias de nuevo por el post. Es genial

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  4. La lucha por cambiar la realidad que te rodea es la mejor “medicina” para aquellas personas que sufren con esa realidad. Ya lo dijo el psiquiatra asturiano Rendueles: “Más comités de empresa y menos Prozac”. Y ese cambio necesario puede que, incluso, tenga que ser revolucionario, para ser completamente “terapéutico”.

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  5. Gran artículo. También es una de mis pelis preferidas.

    El capitalismo y su consumismo nos han arrebatado la libertad como seres humanos. Nos han engañado y lo siguen haciendo. Nos han convertido en herramientas que encajen en sus medios de producción. Y a los que no encajamos nos señalan como inadaptados y nos hacen creer que eso es algo malo, nos sentimos señalados. Pero no lo es, es para sentirnos orgullosos, de no formar parte de esa “normalidad”.

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