El síndrome de abstinencia a la cocaína

A menudo se dice que la cocaína no deja síndrome de abstinencia físico, que es únicamente psicológico. Este es mi quinto día sin consumir. He intentado muchas veces dejarlo, y puedo asegurar que la abstinencia no es meramente física. Otra cosa bien distinta es que no sea tan llamativa como la abstinencia de la heroína o del acohol. Pero psicológica meramente no es.

Quizá me he decidido a escribir esta entrada para recordarme a mí misma lo que se me olvida cuando vuelvo a recaer: lo mal que lo paso los primeros días sin consumir. El primer y el segundo día los paso en una especie de letargo onírico. El cuerpo no responde más que para dormir, soñar y, gracias a los nuevos efectos secundarios de alguna de mis nuevas pastillas, hablar en sueños (eso me dicen quienes duermen en casa). Este período, que dura entre uno y dos días, no lo sufro especialmente. Porque simplemente estoy descansando y no soy consciente de nada. Conviene que alguien esté conmigo en casa, porque no soy capaz ni de cambiar el agua, poner la comida o recoger el arenero de mis gatos. Me convierto en una especie de ameba pegada a la cama. Más que dormir, es como si perdiera la consciencia.

Lo peor llega tras este letargo inicial. Ahí es donde comienza un período de ansiedad brutal. Una ansiedad que no tiene por qué traducirse en mono por consumir. He sufrido angustia incluso sin ganas de consumir. Me siento inválida, como incapacitada para cualquier cosa. Sigo siendo igual de dependiente para realizar las tareas de la casa, pero en este caso ya soy consciente de ello. Y no puedo dormir todo el día. Las horas se me hacen interminables, estoy deseando que se acabe el día. Estoy en un estado de angustia, ansiedad y nerviosismo tales que no me soporto ni yo misma. Estos días, quizá tres o cuatro, me voy a dormir muchísimo antes de lo que debería. Estoy en la cama a las seis, a las siete o, como muchísimo, a las ocho de la tarde. Y, me recuerdo a mí misma, LO PASO FATAL. Si no puedo con las tareas domésticas, no hablemos de escribir o leer. Misión imposible.

Después llegan unos días en los que soy capaz de escribir y leer, pero de manera poco intensiva. Lo justo como para decir «hoy he cumplido un poco». Pero el reloj es el que manda en mi cabeza, y sigo pensando en la hora. Y me «entretengo» dejando pasar horas muertas para irme a la cama lo antes posible. Ya me vuelvo más autónoma para las tareas del hogar, pero noto que me suponen un esfuerzo físico notable. No veo la hora de irme a dormir, pensando que el día siguiente será mejor, estaré más recuperada y podré escribir y leer al ritmo que me gustaría.

Pero no os engañaré, mis intentonas nunca han pasado de este límite. Todavía no ha llegado el día en que pueda decir que rindo tanto escribiendo y leyendo como cuando consumo cocaína (o más y mejor). Pretendo que esta vez sea la definitiva. Por eso, aunque todavía estoy en la segunda fase y escribir estas líneas me está costando un verdadero mundo, quiero dejar plasmado lo difícil que me resulta. Y recordarme a mí misma que todavía no lo he conseguido. Que las veces que he creído conseguirlo y he terminado consumiendo, no he hecho más que engañarme a mí misma.

Esta es una nota mental. No bajes la guardia. Los efectos de la cocaína duran más de lo que imagino y la recuperación es mucho más difícil de lo que lo recuerdo. Y a mayor tiempo de consumo y más cantidad, peor es la recuperación, claro está.

Antropóloga Trastornada: no bajes la guardia, sigue así y dentro de poco podrás volver a escribir, leer y disfrutarlo. Aunque todavía tengas otros problemas, la cocaína estará por fin fuera de tu vida.



Categorías:Auto-reflexión

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4 respuestas

  1. Inténtalo con ganas y no pierdas tiempo pensando que escribes mejor, concienciate

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  2. A veces es necesario bajar la guardia. Es tan dificil resolver la adiccion a la cocaina, como la adiccion a las drogas psiquiatricas. Bajar la guardia puede ayudar a alejarse de los vinculos que te llevan a consumir drogas legales o ilegales, ya sea el psiquiatra o el dealer.

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  3. Un fuerte abrazo!

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  1. Cocaína: adicta de por vida – Diario de una Autoetnógrafa

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