Esta noche ha vuelto a soñar con su padre. Distintas partes corporales desperdigadas en un lugar irreconocible para Emilio. Manos, pies, piernas, brazos y tronco de color negruzco están dispersas por el suelo. Contrastan con la palidez del rostro de una cabeza flotante que se mueve como una pompa de jabón. Su boca desfigurada del padre emite un estridente susurro mediante el cual implora justicia mientras sus ojos derraman lágrimas sangrientas. Siempre sueña lo mismo, aunque no lo haga con frecuencia. Esta recurrente imagen onírica comenzó hace dieciséis años, cuando su padre murió en los atentados del 11M. Hace tiempo que dejó de despertar con angustia, aprensión y terror. Lo que al principio era una pesadilla pasó a ser un modo de (re)encontrarse con su padre.
En ocasiones se pregunta qué pensaría su padre de él y de lo que hace para sobrevivir a sus treinta años. Conduce autobuses desde los veinticinco. Hoy es uno de marzo y sabe que en cualquier momento darán la gran noticia, por eso presta especial atención a la radio que, a diario, le hace más llevadero su trabajo. Se acerca el final de su jornada laboral y se dispone a emprender su última ruta. Al ser la primera parada de la línea y el final de la tarde, el autobús se llena de gente. Emilio saluda a cada usuario que entra en su vehículo, sin importar si los demás le han dirigido o no la palabra. No es cuestión de educación, sino que el conductor sabe que muchas personas le reconocen pero no se atreven a entablar una conversación con él porque él intimida. Él es un héroe.
Una mujer de mediana edad lleva un periódico en cuya portada aparece una fotografía de Emilio, si bien no alcanza a leer el titular. Al subir el escalón del autobús, Emilio le dedica una sonrisa sardónica, esperando que ella se percate de quién es y le exprese su admiración y reconozca su mérito. La mujer se le queda mirando fijamente y le saluda devolviéndole una nerviosa sonrisa. De inmediato, se adentra en el autobús apresuradamente, como si escapara de él. Me ha reconocido pero mi presencia le intimida -piensa Emilio.
A diferencia de otros días, hoy le saludan casi todos. Sin duda saben quién es, aunque probablemente no quieren molestarle y por eso no se detienen a hablar con él. Sin embargo, es consciente de que él es el centro de atención del autobús. Un chico ha tenido problemas con la tarjeta de abono transporte y Emilio ha aprovechado para firmarle un autógrafo en un ticket de papel. Extrañado, el muchacho ha tirado al suelo el autógrafo. Por el retrovisor ha descubierto a dos muchachas haciéndose un selfie y él ha entendido que pretendían que él apareciera al fondo de la imagen. Intimidadas, de nuevo –se dice a sí mismo Emilio. Más tarde ha pescado frases sueltas de una conversación de compañeros de trabajo: “Es un fenómeno”, “Es un referente para todos nosotros”. El conductor sabe que hablan de él.
Por fin llega el momento que él esperaba, la radio anuncia que “Emilio Fernández García ha obtenido el Premio Nobel de la Paz, por su excelente labor…”. La noticia provoca una estampida de aplausos en el autobús y algunos le piropean. Pero cuando se incorpora para volverse hacia atrás, la gente empieza a disimular, unos hablan entre sí, otros miran por la ventana. Ni rastro de los aplausos y alabanzas. Comprende perfectamente la situación y esto no le impide alzar la voz para expresarles agradecimiento. Inmediatamente vuelve a dirigir su mirada a la carretera y todos actúan como si no hubiera pasado nada. Él sabía que debía haberse reprimido pero no pudo evitarlo.
Después de acabar su jornada laboral, Emilio llega a casa donde vive con su madre. “Hoy he vuelto a ganar el Nobel de la Paz, mamá”. Ella asiente con la cabeza con una expresión resignada. Todos los años, cuando se acerca la fecha del once de marzo, Emilio experimenta el mundo de forma diferente. El sueño sobre su padre dejó de ser una pesadilla desde que renunció a tomar los psicofármacos y abandonó la terapia. Entonces inició un viaje que se repite anualmente: cada año, cuando se acerca el aniversario de la muerte de su padre, gana el Nobel de la Paz y hace la justicia que su padre reclama en sueños.
Categorías:Locura, Narraciones, Relatos
Hola.
Enhorabuena por el cuento, me ha gustado mucho.
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Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado 😊
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