¿Quién eres tú? ¿Cómo eres tú?
No necesitas hacerte estas preguntas, pues lo sabes. Puedes contestar, incluso dudando. Definirse a una misma no es tan sencillo, pero sabes la respuesta. Basta con rememorar tu biografía, las decisiones que has tomado, el rumbo que has dado a tu vida. Incluso aunque hayas construido tu vida -tu personalidad- con incertidumbres, sin convicciones absolutas, sabes quién y cómo eres. Tampoco ignoras que la influencia externa (social, relacional…) también ha contribuido a ser como eres. Sin embargo, lo sabes. Incluso aunque te cueste responder a esas “grandes” cuestiones.
Yo no encuentro la manera de explicarte que no puedo contestar: no sé cómo soy, no sé quién soy. Por supuesto, soy capaz, como tú, de reconstruir mi biografía. Aún así, mis “decisiones”, el “rumbo” de mi vida… lo vivo como una fuerza inercial. Como si “la vida” me llevara a mí y no pudiera controlar su rumbo. Mi biografía ha sido configurada y moldeada mediante el espejo de las miradas ajenas (“Qué estudiosa eres, podrías dedicarte a lo que quieras”, “Eres muy inteligente, eres brillante”, “Serías buena profesora”…). Cada paso de “mi” camino ha estado marcado por una nefasta combinación: por un lado, un desconocimiento de lo que yo quiero y, por otro lado, el espejo ajeno que me devolvía una imagen de mí misma. Que (ahora lo sé) no era la mía, pero no podía hacer otra cosa que agarrarme a ella como a un clavo ardiendo. Por eso terminé adentrándome en un sendero laboral que, aunque no era capaz de saberlo, aborrecía: el trabajo académico, la investigación, la docencia. Posiblemente tenga habilidades intelectuales, disciplinares para transitar ese camino. Pero no era el mío. El malestar emocional y el auto-desconocimiento me desbordaron, eclipsaron las habilidades intelectuales. Y exploté. A lo bestia, con el intento de suicidio grave de abril de 2016. Que ya hacía meses que se estaba cocinando en mi interior…
Resulta extremadamente complicado (¡y agotador!) hacer entender a otras personas algo que ni siquiera yo misma llego a asimilar con la profundidad suficiente como para seguir con mi vida sin ayuda terapéutica. Únicamente ahora, después de dos años de auto-análisis puedo al fin deconstruir mi personalidad, tratando de verbalizar lo inefable, y descubrir que esa personalidad está vacía. Mejor dicho, vaciada. A pesar de desde fuera aparente ser sólida y se perciba «llenada» (prefiero la dicotomía vaciado/llenado a la de vacío/lleno, pero esto da para otro texto más extenso) .
¡¿Pero cómo explicarlo?! ¿Cómo hacer entender que, de verdad, no sé cómo abrir mi camino, mi vida…?
Aprovecho esta pequeña reflexión personal para añadir un texto de Dolores Mosquera sobre uno de los criterios diagnósticos del TLP: la alteración de la identidad, auto-imagen o sentido de sí mismo acusada y persistentemente inestable. Espero que su explicación sirva como apoyo para lo que yo, como paciente, no consigo llegar nunca a transmitir adecuadamente. O para invitar a la reflexión sobre la identidad en general. O, simplemente, a disfrutar de una cita que da sentido a los limitados criterios del DSM (esfuerzo constante y valiosísimo en la obra de Mosquera):
A grandes rasgos, la Identidad, sería el conjunto de características que nos permiten tener un sentido de quiénes somos, qué queremos y hacia dónde vamos. Según Novella y Plumed (Cervera G., Haro G, Martínez-Raga J y otros, 2005). una identidad sana incluiría la capacidad de elegir un camino apropiado a nivel ocupacional, de alcanzar intimidad con otros y de encontrar un lugar en el seno de la sociedad. El polo opuesto de la identidad sería la confusión de la identidad, a la que Erikson se refirió originalmente como difusión de identidad y que puede manifestarse de diversas maneras: en un sentimiento subjetivo de incoherencia, en una dificultad para asumir roles y elecciones ocupacionales o en una tendencia a confundir en las relaciones íntimas los atributos, emociones y deseos propios con los de la otra persona y temer por tanto una pérdida de identidad personal cuando una relación termina (Cervera G., Haro G, Martínez-Raga J y otros, 2005), (Erikson E.H., 1980).
Es frecuente que las personas con Trastorno Límite de la Personalidad refieran no saber cómo son, qué les gusta ni lo que quieren hacer. Algunos dicen que se aburren con facilidad y que siempre están buscando algo que hacer. Otros, describen una sensación de vacío “que no son capaces de llenar con nada” (criterio 7), lo que les puede llevar a embarcarse en un montón de proyectos y objetivos difíciles de alcanzar y en los que pueden encontrar múltiples dificultades a la hora de priorizar y organizarse. Muchos dicen no encontrar una identidad propia y lo suelen expresar en frases como: «sé cómo debería de ser, qué tendría que hacer, qué sería normal que sintiera pero soy incapaz, me resulta totalmente imposible». Esa “conciencia de rareza” y de extrañeza, les lleva a sentir una gran sensación de frustración y culpabilidad.
Cuando un paciente no tiene una identidad definida y no encuentra una explicación a lo que ocurre suele “buscar” pistas en los demás. Algo que le permita explicar su confusión y su incertidumbre, una explicación que disminuya su culpa y que a la vez, permita que los demás le comprendan. Esto está relacionado con uno de los aspectos que se observan durante los ingresos: la mimetización. Es frecuente que durante un ingreso, la persona con una identidad difusa, tome como referencia al grupo de pacientes con los que se encuentre ingresado y empiece a copiar y manifestar la sintomatología de estos, llegando a creerla propia. Muchos refieren dificultades para “encontrar su camino” o “averiguar cómo son” y se sienten abrumados cuando han de responder a preguntas básicas del tipo “¿cómo te describirías?, ¿qué es lo que te gusta hacer?”.
Con frecuencia se dice que las personas con TLP son impacientes y que tienen grandes dificultades para ser constantes en aquello que se proponen. Bajo mi punto de vista esta “falta de constancia” está relacionada con la alteración de la identidad y con la tendencia a hacer lo que se espera de ellos, en lugar de pensar y reflexionar sobre lo que “ellos querrían hacer”. Es frecuente que muestren confusión y variabilidad en torno a sus valores y que éstos varíen en función de la opinión y/o de las preferencias que tienen las personas con las que se relacionan.
En la descripción del criterio 2 (patrón de relaciones interpersonales inestables) mencionaba que es frecuente que las personas con este diagnóstico se sientan farsantes y que adopten una fachada de aparente normalidad. Es frecuente que intenten agradar (especialmente a los desconocidos), a “crear máscaras” y que actúen en función de lo que creen que se espera de ellos. También es frecuente que dibujen máscaras, que se representen como payasos, o que refieran testimonios como el siguiente: “Me siento como un payaso que siempre actúa de cara a la galería, que tengo que estar bien para no tener problemas con los demás; siento que no puedo expresar la realidad de lo que siento porque no lo entenderían”
Helen Deutsch describió a un grupo de pacientes, a los que denominó personalidades como si, que tendían a adoptar las características de los demás para “retener su amor”. Según esta autora los pacientes no disponían de un yo propio bien definido y por eso recurrían a esta compleja manera de “conservar a los demás en ellos”. Robert Knight describió a un grupo de pacientes que en condiciones favorables podían parecer superficialmente adaptados.
Según Sanjuan, Moltó y Rivero (2005), algunos de los síntomas de los TLP se asemejan a los que sufren los pacientes con trastorno por estrés postraumático. En este sentido se entenderían las alteraciones de la identidad como fenómenos disociativos (Cervera G., Haro G, Martínez-Raga J y otros, 2005). Bajo mi punto de vista, esto reflejaría la interrelación que se puede observar en algunos casos entre los criterios 4 (impulsividad en al menos dos áreas que son potencialmente dañinas para sí mimo), 6 (inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de ánimo) y 9 (ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o síntomas disociativos graves). Un paciente que ha sufrido abusos, por ejemplo, puede reaccionar de manera impulsiva frente a estímulos que le recuerden o hagan revivir el trauma. Esto se traduciría en una notable reactividad, un cambio del estado de ánimo y en algunos casos, especialmente cuando se trata de abusos severos y prolongados, en la manifestación de reacciones disociativas o de una extrema suspicacia.
Bajo mi punto de vista este criterio, al igual que los dos anteriores, está relacionado con los problemas de apego, la falta de referentes estables y la tendencia a medir su valía en función de lo que opinan los demás. Además de esto, considero que en muchos casos, la alteración de la identidad está relacionada con síntomas disociativos. Esto último explicaría muchas de las reacciones aparentemente impredecibles y “sin conexión” que se pueden observar en muchas de las personas con TLP.[Mosquera, D. 2011. «Trastorno límite de la personalidad. Una aproximación conceptual a los criterios del DSM». Revista Digital de Medicina Psicosomática y Psicoterapia. Vol. 1 (1)]
Categorías:Auto-reflexión
Hola, me pasé por aquí porque me gusta leer la propuesta de escritoras. Al principio tu texto es bueno e interesante, muchas personas nos sentimos como tú. Es todo un proceso saber qué quieres y hacia donde vas. Me encantó la primera parte pero la enorme cita no ayuda. Creo que si tu escritura va a ser de instrospección podrías iniciar por escribir una serie de cuentos en las que planes tú sentir o puedes escribir una novela. La escritura más allá de lo académico es liberadora, te lo dice una escritora nobel y por ahora tranquila gracias a la lectura y la escritura.
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Muchas gracias, María. En realidad, el primer texto, que es propio, es independiente y está escrito como tal. Es cierto que estilísticamente es un estropicio incluir la cita (tan extensa, además) del final. Pero lo he hecho así por motivos puramente pedagógicos. Porque sé que hay personas, como mis propios padres o amigos, que necesitan esa cita (que bien puede verse como un anexo) para comprender… Ten en cuenta que mi objetivo no es tanto ser una buena escritora (ni lo soy ni lo pretendo, aunque sí trataré de ir mejorando, claro). Sino abordar desde diferentes ángulos cuestiones sobre la salud mental. No siempre mis escritos tienen un estilo introspectivo. Varían en función de la temática.
Yo estoy diagnosticada de TLP, y en este texto, sin la cita final, sé que no se entiende bien lo que escribo.
Pero, desde luego, tienes toda la razón. Y te agradezco muchísimo tu comentario. Ahora mismo, por motivos personales, no soy capaz de retomar la escritura (el texto de esta entrada lo escribí hace meses, y lo utilicé ahora para no dejar parado el blog tanto tiempo). Aunque lo estoy deseando. Precisamente por ese placer de liberarme de lo académico, de escribir de forma más libre. En realidad, estoy aprendiendo a escribir ahora.
Un abrazo.
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Te leo y…no puedo evitar que algo en mí se remueva. Yo también he estado ahí, aunque sé que decirte esto no ayuda en nada…
Al sentenciar “yo estoy diagnosticada de TLP” te estás definiendo y adquiriendo una identidad (según los cánones del DSM)
Estás identificándote con un perfil que TE HAN asignado. Estoy convencida de que ésa no eres tú. Solo compartes algunos rasgos que un grupo de gente ha decidido (por votación) que están fuera de la “normalidad” ¡Aunque fueran todos y cada uno de ellos! Si la población, en general, leyera los ítems que se recogen a la hora de realizar un diagnóstico psiquiátrico, la inmensa mayoría, se creería enferma ¡Porque se vería reflejada! Como el que lee su horóscopo en astrología y se reconoce. Cree que es así porque es ¿libra? (espero no ofenderte con la analogía, pues no es esa mi intención)
Eres mucho más que un diagnóstico ¡Descúbrete! Toma ese tiempo que utilizas para investigar y documentarte sobre psicología o psiquiatría y, dirígelo hacia tu persona ¡Y acuérdate de ser amable contigo misma! El autoconocimiento es el final del sufrimiento.
Eres muy valiente compartiendo tus emociones. Gracias.
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A mí lo que me termina de hundir es mirarme al espejo y no llegar a conocerme, es como fuera otra persona distinta a mí. Creo que este es uno de los principales motivos por los que he elegido la soledad aparte de que me siento más segura.
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Podemos llegar a conocernos lo suficiente con paciencia a través de la introspección. Cuanto antes se haga, más sufrimientos te ahorras. A partir de los 15 años puede ser una edad mínima para hacerlo, pero nunca es tarde.
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