¿Cómo politizar mi «condición psíquica»? Un breve debate sobre locura y neoliberalismo.

Al escribir en un blog echo en falta mayor interlocución. Es posible dejar comentarios, y agradezco mucho que me regaléis alguno de vez en cuando. Cierto debate sería posible, pero no se da (por el formato o por el limitado alcance del blog). Por eso he querido que esta entrada sea a dos voces. A propósito de una cita de E. González Duro, una persona desplegó un argumento al que días después respondí. Tuvimos ocasión de volver a hablar y le planteé la idea de hacer esta entrada. Le di la oportunidad de añadir algo más por derecho a réplica (¡y más debate!), pero le convenció mi respuesta y no quiso añadir nada. El tema que tratamos fue la relación de la locura con la ideología y la subjetividad neoliberal. Más que un debate, somos dos voces que nos encontramos a raíz de la siguiente cita:

Encerrando a los locos, nos sentimos libres y nos olvidamos de que todos estamos sometidos a un sinfín de inhibiciones, represiones, controles, imposiciones y condicionamientos. Unos condicionamientos que nos impien, en mayor o menor grado, el ser realmente libres, incluso el desear ser libres, y que nos sobredeterminan a vivir una vida indiferenciada, gris y unidimensional. Los que se desmarcan de esa vía unidimensional pueden ser considerados como anormales y tratados como tales. Los que disienten pueden tener problemas, pueden ser objeto de incomprensión, aislamiento y discriminación. Y si esa disidencia es calificada de locura o de enfermedad mental, pueden ir al manicominio.
Así pues, los enfermos mentales han de ser excluidos de la sana convivencia social. Porque, de algún modo, la locura es socialmente contagiosa y puede encender el potencial de irracionalidad que habitualmente permanece dormido, reprimido e ignorado en los ciudadanos normales. Por eso, los locos están bien donde siempre han estado, en el manicominio, sin que nadie los vea, los oiga o los huela. Mientras existan locos, deberá haber manicomios. En bien del orden socialmente establecidos.
[Enrique González Duro, Memoria de un manicomio]

INTERLOCUTOR:

Lo terrible es que la “subjetividad loca” es el tipo de subjetividad que el sistema neoliberal actual genera. Efectivamente, en la posmodernidad se nos demanda estar locos, desmarcarnos del resto, perseguir nuestros coloridos sueños en lugar de establecernos en la rutina gris. Como muestra de ello se pueden ver las figuras de referencia ideológica que el sistema patrocina como “locos que se atrevieron a cambiar el mundo” con una idea genuina y sin importarle lo que piense el resto de la humanidad mediocre (percepción ideológica del moderno liberal): Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Tangana…

La sociedad actual se caracteriza por el patrocinio de la ideología neoliberal, el mercado de consumo y la propaganda audiovisual de influencers (que dictan a sus seguidores modelos de comportamiento innovadores y oscilantes); el caos reinante en la “sociedad líquida” (Baumann) y la histeria informativa. Debido a todo ello, puede que la locura (entendida como posicionamiento rebelde, ultrasensible y/o extravagante frente al mundo), sea el estado natural del hombre-niño actual.

El cual busca suelo firme e identidad en los manuales de psiquiatría, en el diagnóstico de un Otro que ya no es Dios o la clase social a la que pertenece. Y actúa así a causa de su subjetividad dislocada, atomizada. Por tanto, la locura puede verse como el estado normal de nuestros tiempos, en los que la fantasía y la irrealidad se promueven desde arriba. Así, esta divina enfermedad de la que tanto nos enorgullecemos, que tanto nos parece que nos distingue del resto (que falsamente imaginamos normal y sano), habría perdido para siempre su cualidad subversiva.

MI RESPUESTA:

Creo que en tu argumentación confundes la representación neoliberal del loco con la politización de la locura que yo, por ejemplo, defiendo.

Estoy de acuerdo con el sentido general de lo que dices. A las “figuras de referencia ideológica” que señalas, yo añadiría también personajes de ficción tendentes al espectro autista, como el de Sheldon en la serie Big Bang Theory, el peculiar Sherlock de la serie moderna, o el personaje histórico Alan Turing en la película The imitation game. Estos personajes parecen un modelo ideal. Tanto para el espectador, que admira su caracterización típica como personas intelectualmente brillantes. Como para el imaginario neoliberal, en tanto encarnan un sujeto tendente a la máxima individualización posible. Personas que tienen un escaso apego a los vínculos sociales al tiempo que poseen un intelecto muy productivo y rentable para la sociedad. Si unimos tus “locos neoliberales” a estos “extravagantes neoliberales”, obtenemos una más completa representación social ideológica del loco o el no-normal.

Ahora bien, esos personajes ficticios del loco o del no-normal no se corresponden con la locura que encarnan las personas psiquiatrizadas. De ahí que me refiera a ellas como construcciones ideológicas. En la vida real y material, los locos que yo conozco distan bastante de ese imaginario de subjetividades neoliberales que hemos descrito.

La politización de la locura se debe vincular, primero, con la perspectiva material. Y sí, yo defiendo el carácter subversivo de esa politización. Y niego tu posición, a saber, que la locura reproduzca la ideología / subjetividad neoliberal. ¿En qué sentido? En tanto que la locura representa una figura que por no resultar rentable, es socialmente “desechada”:

  • El loco no es rentable materialmente, esto es, para la economía: muchos poseen certificado de discapacidad, o incapacidad permanente para trabajar, tienen que vivir de pensiones sociales.
  • El loco tampoco es rentable simbólicamente. No conjuga con la ideología neoliberal del loco triunfador y la fantasiosa locura que mencionas. Al contrario, suelen ser representados como sujetos “fracasados”.

Puedo contarte hasta una anécdota. En medio de una terapia grupal expresé al coordinador del Hospital de Día mi convicción de que el tratamiento y la recuperación consistían en fabricar sujetos neoliberales. Él lo reconoció abiertamente, añadiendo que era el margen de maniobra que tenían. Es decir, la recuperación consiste en volver a engancharte a la maquinaria social (capitalismo en fase neoliberal).

Todavía no he reflexionado en profundidad sobre esta temática, únicamente esbozo pinceladas de algo todavía “en construcción”.

Lo que puedo afirmar claramente es que mi identificación como trastornada no es incompatible con la de clase trabajadora (aunque nos centremos en estas dos, no son las únicas que dispongo). Considero que entre ambas existe una conexión inherente al modelo social neoliberal.

En su vertiente material (y no ideológica), la construcción sociocultural neoliberal de la locura posee cierta relevancia política para la reproducción de la sociedad. Por ejemplo:

  1. Despolitización mediante la individualización de los problemas sociales.
  2. Y su envés. La locura apunta, paradójicamente, a una grieta social con potencial revolucionario (para ver mayor desarrollo: pinchar en esta entrada).

Precisamente porque la noción ideológica del loco es ambivalente. Por un lado, se piensa fantasiosamente desvinculado del mundo material (el punto del que partíamos). Por otro lado, el mismo imaginario contiene el loco estigmatizado, el que no resulta rentable para la sociedad. Este último es el loco real, alejado del imaginario mundo de fantasía y éxito. Es el loco que el modelo social expulsa: lo estigmatiza, margina y juzga por depender de (míseras) pensiones (si es que es beneficiario de alguna). O son integrados materialmente mediante bolsas de trabajo público, pero a veces inquietos por el posible estigma que pueda conllevar la etiqueta de “discapacitado”.

Precisamente en aquellos fenómenos, en aquellas figuras que el modelo social expulsa podemos vislumbrar posibles grietas sociales. Para construir subjetividades no-neoliberales, esas que la sociedad no quiere porque no son rentables.

CONSIDERACIONES FINALES [post-debate]

Politizar la locura, politizar nuestra condición psíquica no pasa únicamente por realizar un trabajo de reivindicación de derechos, de denunciar prácticas degradantes como las «contenciones mecánicas» (atar a la cama a los pacientes), de promover nuestras voces «en primera persona» (que previamente han sido, y continúan siendo, negadas como interlocutores prioritarios), la lucha contra el estigma, etc.

También implica un trabajo conceptual: crear términos, elaborar discursos, resignificar nociones, utilizar metáforas, referentes simbólicos… Pues el lenguaje, bien utilizado, puede ser, una poderosa herramienta política. Parece, sin embargo, algo complicado en nuestro colectivo. Hace unas semanas planteé una pregunta en mi página de FaceBook sobre el modo en que cada cual se autoconcebía y la disparidad de respuestas indica una heterogeneidad interna que, creo, también apunta a una ausencia de un discurso más amplio, estructurado y claro que sirva como herramienta política. A propósito de una imagen que decía «No somos enfermxs, somos diversxs», yo incitaba al debate:

Diversxs, pero:
-¿psicodiversxs, neurodivergentes, neurodiversxs…?
-¿locxs, trastornadxs, zumbadxs, psiquiatrizadxs…?
¿Qué término preferís?, ¿creéis que depende del tipo de diversidad psíquica y del colectivo con el que te identifiques?

Las respuestas fueron desde «Fulanita Pérez» hasta «enferma mental», pasando por el uso de la palabra «neurodiversx», aunque al preguntar por este último uso se contestaba diciendo que venía de lxs compañerxs autistxs. La heterogeneidad, la intradiversidad no es mala de por sí. Pero la ausencia de herramientas lingüísticas estructuradas y con carga política puede desarmar más aún a un colectivo como el nuestro que, ya de por sí, resulta complicado de movilizar (por nuestros malestares).

En este sentido, me gustaría recoger la propuesta del compañero Tomás L. Corominas sobre su definición del término cuerdismo como «conjunto o sistema de ideas, actitudes y comportamientos al que nos vemos sometidos, que limita nuestros derechos, evita nuestra participación en igualdad e impidenuestra libertad». La importancia de definir este concepto (se toma su propuesta o se prefiera redefinir de otra manera) radica en que, como él mismo señala, el significado de cuerdismo sigue oculto, lo vemos como algo natural, aceptable, lógico y consustancial a nuestra cultura. Algo que yo incluiría como parte del «sentido común», precisamente lo más difícil de visibilizar y de desnaturalizar. Al tener tal carácter, lo incorporamos y es esto lo que nos lleva a nosotros mismos a sentirnos «inferiores, infraciudadanos, infraumanos». Lo reducimos a estigma. En el artículo, el compañero propone, además, varias metáforas muy interesantes para cambiar nuestra perspectiva a la hora de pensarnos a nosotros mismos. (Podéis descargar el texto pinchando aquí).

Estos son solo ejemplos (tanto el primer debate como la definición última de «cuerdismo») con los que espero sugerir la importancia de utilizar el lenguaje y el debate como herramientas políticas.

Si pudiera hablar con vosotros, os lanzaría la pregunta: ¿cómo pensáis que se puede politizar la locura (o el término que prefiráis usar)?



Categorías:Política, Reflexión política, Representación locos

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3 respuestas

  1. No creo que valga de mucho politizar la locura sin politizar la normalidad; es decir, sin una denuncia de la normalidad como caso (mayoritario) de locura; como locura aceptada, productiva, funcional. // La normalidad como locura, por tanto, y la locura como normalidad: pues, qué hay más natural que enloquecer en medio de Todo Esto?
    yo, por gustos y temperamento, soy más dado a atacar la normalidad que a conceptualizar y estructurar la a-normalidad. Pero bueno, sobre gustos no hay nada escrito, y si hay algo escrito pues se coge y se borra.

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  2. Hola Iñaki, gracias por tu comentario.

    Creo que en el fondo no discrepamos tanto como pueda parecer. Intentaré ir por partes para ser breve:

    -No estoy de acuerdo con la equivalencia inicial entre normalidad y locura. Considero que es un planteamiento algo vacío y no se sostiene por sí mismo. Por otro lado, aunque haya hablado yo misma de normalidad, me parece más acertado el término «cordura». Aunque te confieso que, hoy día, no podría ofrecer una propusta bien estructurada acerca del trío locura-cordura-normalidad.

    -Estoy de acuerdo con la necesidad de politizar… de que las personas, locas o cuerdas, se politicen.

    -En modo alguno pretendo politizar únicamente la locura. Sin embargo, lo hago por varias cuestiones. 1)Primero, porque es ahora mi campo de batalla, es desde donde mejor puedo hablar ahora mismo y he detectado un potencial político que trato de explotar (mejor cuando esté más recuperada…).
    2)Segundo, porque el modo en que trato de politizarla implica también una reflexión sobre la cordura: por eso soy tan pesada con la «subjetividad neoliberal». Así como intento vincularla con el modelo social (capitalista).

    En este sentido, creo que no existe tanta diferencia entre lo que tú planteas y lo que yo sugiero. Yo no es que ataque por atacar, ni la normalidad ni la cordura ni la locura… Lo que trato es de analizar, pensar e identificar qué mecanismos generan desigualdad y qué dinámicas/prácticas reproducen el sistema. Este, desde luego, no es mi mejor texto. Pero creo que en mi otro escrito, «La dimensión revolucionaria de la locura», se puede ver mejor el fondo y el fin de mi postura sobre la locura. La veo como una oportunidad para deconstruir la subjetividad neoliberal. Por eso soy tan pesada con lo de la subjetividad neoliberal. La crítica al capitalismo la tenemos desde varias perspectivas. Y, aunque también existan críticas hacia el sujeto neoliberal, yo simplemente sugiero que la locura aporta un ángulo potente a tener en cuenta.

    Lo cierto es que este texto no está demasiado bien estructurado, ni está del todo bien planteado. Espero poder explicarme mejor más adelante. Y, desde luego, tus comentarios me ayudan muchísimo a replantearme argumentos, conceptos o a tratar de reforzar mi postura.

    ¡Ah!, una cosa que se me olvidaba… Yo apuesto por ver la locura-cordura como un continuo y no como una dicotomía. Es cierto que se me cuela la dicotomía constantemente por necesidades de simplificación y de argumentación. Pero también me queda pendiente trabajar sobre el continuo.

    No, no somos tan diferentes. Estamos igual de jodidos por el capitalismo y demás estructuras de poder…

    Gracias.
    Abrazos.

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  3. Para hablar, debartir, sobre “politizar la locura”, creo que habría que definir primero lo que se entiende por “locura” y lo que se entiende por “politizar”. Si cada cuál trata de definir ambas cuestiones, seguro que saldrían muchas definiciones de cada palabra.
    Leyendo el libro “Sobre la locura”, del psiquiatra Fernando Colina, se desprende que una persona está loca cuando es psicótica (y nada más) loco equivale a psicótico, según ese psoiquiatra. Por lo que, según esto, en lugar de decir “politizar la locura” podría decirse también “politizar la psicosis”.
    ¿Qué se entiende por politizar?
    Franco tenía una frase muy suya que decía “Españoles; haced lo que yo; no os metáis en política” ¡Sorprendente! ¿verdad?, El máximo cargo político que había en España diciendo a los demás que no se metieran en política, como hacía él. ¡¡¡…!!!
    Por otra parte hay personas que creemos que el politizar guarda relación con el poder político y los partidos políticos.
    Y luego hay otros, los anarquistas, que utilizan también las palabras política y politizar pero sin relación alguna con partidos políticos y la toma del poder por alguno de ellos.
    En conclusión: ¿De qué locura se habla? ¿De qué tipo de politización?

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