Somos «locos-zombis» caminando despacio. ¿Sabéis por qué es una forma normal de «habitar» el psiquiátrico?

Para la mayoría de los pacientes de esta planta psiquiátrica, su estancia equivale a un encierro carcelero. Nadie quiere estar aquí. Mucho menos si tu médico (psiquiatra) no te ha concedido todavía permiso para salir a la calle en el horario restringido establecido. Resulta comprensible. El hecho de que esta planta esté cerrada con llave ya de por sí predispone a la lastimosa sensación de encierro. Pero no, no es meramente eso… También se trata del «modo de estar» en el hospital, visiblemente diferente del ingreso en otras unidades hospitalarias. Aquí casi todos somos autónomos físicamente. De hecho, tan autónomos que estamos obligados diariamente a deshacer la cama y rehacerla con sábanas nuevas, así como a utilizar las «sucias» para rodear el suelo de la, también obligatoria, ducha diaria. Claro, en un baño para locos no puede haber mamparas, pueden ser muy peligrosas… De ahí el ritual matutino de colocar estratégicamenfe las sábanas en el suelo, para evitar que el baño se inunde.

Además de nuestra autonomía física, los síntomas de nuestras «enfermedades» son, frecuentemente, ocultos u ocultables. Si una permanece callada y no revela su «dolencia» (su «secreto»), puede soslayar el motivo de su encierro. En todo caso, el «modo de estar» en esta planta suele experimentarse con frustración. Experiencia, sin duda, diversamente matizada: sensación de aislamiento impuesto (sobre todo si el ingreso es involuntario), tedio, hastío, aburrimiento, agobio, ociosidad dificil de canalizar debido a las escasas actividades terapéuticas, así como a los limitados medios de ocio: televisión, colorear mandalas (¡a la moda!), juegos de mesa y… poco más.

Sin embargo, para mí es, desde el principio, una liberación. En mi caso, la cárcel era mi vida. Después de haber estado unos días en la UCI por «intento autolítico grave», me encuentro en esta misteriosa planta, habitada por personas poco corrientes y, en ocasiones, muy especiales (no es un eufemismo), y cuya normativa y ambiente parecen introducirme en una película. Para mí, supone una bocanada de aire fresco. Realmente vivo este internamiento como una burbuja que me protege del mundo externo y de mi odiosa vida.

Asintomática, alegre y con ánimo explorador, no puedo evitar intentar absorber, como una esponja, las vidas ajenas. Estas diversas vidas de personas que, por frustración u ociosidad, acaban deambulando por la planta. Recorriendo el corto pasillo en forma de «L» , hablando en pequeños grupos de dos o tres personas (la relativa estrechez del pasillo no da para más), o bien en soledad. Algunos recurren a escuchar música mediante auriculares que los desconectan (¿alivian?) momentáneamente del asilo. Así se explica la tópica imagen de los locos de los manicomios, caminando una y otra vez sobre sus propios pasos. A menudo ralentizando forzadamente el paseo con la esperanza de que este se alargue.

Es exactamente la imagen externa de esos locos deambulando como zombis, que podría aparecer en cualquier película y que enrarece este ambiente si es observado desde fuera. No obstante, desde dentro una misma deviene una «loca-deambulante-zombi». Da igual que tengas psicósis o que estés perfectamente lúcido. La disposición espacial limitada y monótona, así como la ausencia de recursos alternativos (escasos y poco estimulantes) contribuyen a «fabricar» esa apariencia: locos zombis uniformados con sus pijamas azules que se mueven lenta y repetitivamente por los pasillos. Cada cual a su aire… hasta parecen «autistas», ensimismados… Pero, ¿para qué volver a saludar al compañero con el que te has cruzado ya diez veces en el paseo?

Imagen de «locos» que en realidad esconde un descuido institucional. Un déficit de los recursos sanitarios disponibles que pudiera agilizar la recuperación o, como mínimo, ayudar a combatir mejor la frustración de lo que es generalmente vivido como un penoso enclaustramiento.



Categorías:Narraciones

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  1. Mi primera amistad con un “psicótico” en la unidad de agudos de Psiquiatría – Diario de una autoetnógrafa: salud mental y locura

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