En cualquier otra época de mi vida me habría pillado desprevenida que hoy, 10 de Octubre, es el Día Mundial de la Salud Mental. Ni siquiera le habría dado relevancia, pasando sin pena ni gloria como cualquier otro día mundial con nombre propio. Este año es diferente: llevo enterada desde hace semanas. Desde que en redes sociales (principalmente en Twitter) se inició la campaña #MeMad. ¿El objetivo? Conseguir que nosotras, las psiquiatrizadas, las locas, las trastornadas fuéramos visibles un día como hoy. Sí. Porque somos un colectivo que todavía tenemos que luchar por nuestra visibilidad.
Consideramos que tenemos derecho a ser los protagonistas de un día como hoy, tendente a ser monopolizado por otros (profesionales de la salud mental, políticos, la propia reina..). Pero la batalla no es únicamente por nuestra visibilidad, sino por el reconocimiento de nuestro colectivo como interlocutores legítimos, como mayores de edad. De ahí que desde hace un tiempo haya ido emergiendo el movimiento en primera persona, cuya importancia explica la compañera Rosa García Toldrá en este artículo. Se trata de que seamos nosotras, las psiquiatrizadas, las que tomemos la palabra. Las que nos organicemos para reivindicar, para luchar por nuestros derechos, para crear alternativas como los GAM (¿No sabes cómo afrontar tu sufrimiento psíquico? ¿Nos ayudas? ¿Conoces los GAM? Una ruta alternativa al sistema psiquiátrico).
Por estas dos razones he participado lo máximo posible en la campaña #MeMad: para obtener visibilidad (cuando no el protagonismo) que nos corresponde; y por reivindicar nuestra condición de mayoría de edad.
Mientras que en Twitter me sumo a la campaña, aquí no puedo evitar desbordar un poco su propósito concreto y acotado. No puedo resistir la oportunidad de expresar mi visión acerca de la noción de “salud mental”…
SALUD – ENFERMEDAD MENTAL: ¿QUÉ SIGNIFICA?
La perspectiva hegemónica en materia de salud (en general, no únicamente mental) es la biomédica, para la cual “las enfermedades son entendidas como anomalías biológicas o psicobiológicas que afectan a funciones o estructuras del organismo humano y que se expresan mediante signos y síntomas” (Ángel Martínez Hernáez, Antropología médica). La hipótesis implícita de la biomedicina es que el cuerpo u organismo es el mismo en cualquier contexto social. Como si no tuvieran también condicionantes sociales, económicos, políticos, culturales.
Yo prefiero partir de la definición que XarxaGAM hace del trastorno mental como “desviación de la realidad por un factor político, social y ambiental” (Otra mirada al sistema de salud mental). Aunque no me convence el término “ambiental”, que me resuena al comodín utilizado por la biomedicina para que parezca que tiene en cuenta factores “externos” a lo estrictamente biológico. Mi versión, algo modificada, sería la siguiente:
Trastorno mental: desviación del modelo social por factores políticos, económicos, culturales.
El trastorno mental no es tanto una enfermedad como una grieta social, como he desarrollado en La dimensión revolucionaria de la locura. Más allá de la lucha contra el estigma.. No estoy enferma, simplemente encarno una resistencia a la adaptación social. Significo una desviación de la normalidad, ya sea estadística ya sea normativa (para complementar esta idea ver: Un ejemplo de medicalización de subjetividades: el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
NECESIDAD DE SER UNA ENFERMA: LA PSIQUIATRIZACIÓN
Como antropóloga y antes de que comenzara mi proceso de psiquiatrización, siempre tuve claro que el trastorno mental es una producción sociocultural (al menos en buena parte y en la mayoría de los casos). Hoy día estoy también convencida de ello. Después de mucha reflexión, de experiencias terpéuticas fallidas, del conocimiento de movimientos antipsiquiátricos «en primera persona». Pero debo confesaros que durante un par de años mi experiencia fue bien distinta. Traté de distanciarme del carácter social de los trastornos para convertirme en una paciente susceptible de ser tratada terapéuticamente. Nunca lo llegué a lograr completamente, por eso he entendido que mi recuperación implica la des-psiquiatrización. De ello hablo en otras dos entradas que para mí son imprescindibles:
1)¿No sabes cómo afrontar tu sufrimiento psíquico? ¿Nos ayudas? ¿Conoces los GAM? Una ruta alternativa al sistema psiquiátrico
2)¡Por fin veo el camino hacia mi recuperación! Psiquiatrizada en lucha, gracias a XarxaGAM.
No penséis que llegar a esto fue sencillo. Durante dos años estuve empeñada en configurarme como una paciente susceptible de ser tratada (y «recuperada») mediante tratamiento terapéutico en el sistema psiquiátrico. Me esforcé por ignorar mis ideas teóricas antropológicas sobre la dimensión social de los trastornos mentales. ¡De veras que lo intenté! No lo logré: a medida que pasaba el tiempo, yo estaba cada vez peor (con más «síntomas»), estaba más sobre-medicada y fui un fracaso a nivel terapéutico.
Pero desde que empezó mi proceso de psiquiatrización estaba desesperada. Por recuperarme, por ceder mi confianza en la terapia, por hacer lo posible para salir del pozo. Durante dos años estuve tratando de crearme una subjetividad que pudiera ser «recuperable» en terapia, que el sistema psiquiátrico pudiera domesticar de alguna manera para adaptarme socialmente. No lo conseguí. Fui un fracaso, una paciente considerada «inabordable». A pesar de lo cual, yo dedicaba mi tiempo a investigar otros enfoques psicológicos, a estudiar qué podría haber fallado. Qué herramientas teóricas les faltaban para haberme podido ayudar.
De este modo, incluso los casi dos años de terapia diaria en Hospital de Día no me hicieron cambiar mi perspectiva. Lo que hice fue buscarme una nueva teoría en la que mi subjetividad pudiera cuadrar y ser terapéuticamente tratable. Así, di con la teoría de la disociación estructural de la personalidad. Leí y leí. Me esforcé en re-interpretar mi forma de ser desde esa teoría. Así podía ser tratada por alguna otra terapeuta adecuadamente formada y preparada para este tipo de casos. Y llegué a buscar una psicóloga privada. Fui a una única sesión, a pesar de que me diera buenas vibraciones. Sucedieron cosas en mi vida… cosas que no quiero contar aquí, al menos no en este momento.
Finalmente, frené mi proceso de psiquiatrización gracias a diversos factores (el conocimiento de ciertas personas, del activismo en salud mental, la lectura de ciertos libros…). Recientemente me he dado cuenta de que esa psiquiatrización ha conllevado el intento por convertirme en una paciente tratable por el sistema psiquiátrico. Es decir, que he pretendido moldear mi subjetividad para encajar, para ser adaptada, tratada, normalizada. Por suerte, no ha sido así.
Mi recuperación no solo implica una des-psiquiatrización (quitarme la medicación poco a poco y en el momento que pueda) y una implicación colectiva en algún GAM (Grupo de Apoyo Mutuo) y en el activismo en salud mental. Sino también la destrucción de esa subjetividad que me había construido. Esa chica que estaba profundamente disociada emocionalmente (por mencionar el rasgo más notable). Des-subjetivarme para re-subjetivarme como lo que XarxaGAM denominan psiquiatrizada en lucha.
La lucha antipsiquiátrica es una batalla contra los abusos pero también contra la normalidad: contra los juicios y los autojuicios, la exigencia de ajustarse a un estándar, la tendencia a no dejar espacio a aquello diferente a ti… (…) Y aunque es verdad que no tenemos respuestas terapéuticas al dolor y al sufrimiento, seguimos buscando alternativas, decidiendo qué queremos (aunque a veces sea rechazando lo que no queremos) y creando espacios para compartir experiencias). (XarxaGAM y Hugo Rojo, Otra mirada al Sistema de Salud Mental).
Categorías:Reflexión política
No entiendo lo de reivindicar protagonismo. Entonces q hacen políticos, huelguistas q paran a millones….
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