Ya han pasado casi dos años y medio desde el inicio de mi psiquiatrización. El malestar psíquico me acompaña desde la pubertad, así como mi historia clínica (hablo de ello en: “No me pasa nada”, pero… necesito un diagnóstico.). Pero mi condición de psiquiatrizada es muy reciente. Mi vida ha cambiado totalmente. No solo mi presente es distinto, sino que también he modificado mi pasado mediante cierta re-significación. He aprendido que sobre el futuro es mejor no pensar demasiado… Como diría una buena amiga de mi tío: la vida fluye… deja que tú fluyas con ella (ella lo habría expresado mucho mejor y con más atino, que me perdone la simplificación).
Este período ha sido muy intenso, han cambiado muchas cosas en mi vida, y yo misma, claro está, he sufrido varias transformaciones. Dos intentos graves de suicidio, UCIs, tres ingresos en Psiquiatría, casi dos años de terapia diaria en Hospital de Día. La muerte de mi abuelo, la ruptura de una relación de pareja con quien llevaba ocho años y medio, los cánceres de dos de mis tíos. Una baja laboral surrealista que continúa hoy día (soy, oficialmente, una anomalía burocrática). Mi adicción a la cocaína, el CAID (Centro de Ayuda Integral al Drogodependiente). Un empeoramiento de mi salud mental (y física), el continuo incremento de mi medicación. Adopción de gato y gata hermanos, y la adopción de otra tras la prematura muerte de la primera adoptada. Retomar contacto con personas del pasado, y conocer a otras nuevas. Mi entrada en las redes sociales, la creación de este blog. El conocimiento del activismo en salud mental, de los GAM (Grupos de Apoyo Mutuo). Podría seguir… pero en algún momento hay que parar.
Me he dado cuenta de que parte de todo ello podría no haber sucedido si hubiera asumido el (inaceptable) diagnóstico del psiquiatra de mi primer ingreso: Trastorno Esquizoide de la Personalidad. Y si hubiera asentido a su primera propuesta terapéutica: practicar deporte en equipo. Porque se trataba de un diagnóstico muy poco frecuente y no existían grupos terapéuticos específicos. Además, no había medicación para tratarlo (¡será el único trastorno para el que no existe un psicofármaco!). Un deporte en equipo podría servirme para aprender a identificar y expresar emociones propias y ajenas, dado que me tomaba por esquizoide. Yo sabía que el diagnóstico era erróneo, que me había mentido en el procedimiento para realizarlo (lo puedo explicar en otro momento). Pero… pero… ¿pero estaba hablando en serio?, ¿no era una broma?
No, no. ¡Iba en serio! Para empezar: ¿que tengo qué? ¿Y que me vaya con mis impulsos suicidas a practicar deporte en grupo? Espera, espera: ¿de verdad que no me estás tomando el pelo? Quedé absolutamente destrozada. Él lo percibió, así que me dijo que pensarían en alguna otra alternativa en la reunión con el resto de psiquiatras de la planta. No era una broma, no. Salí de la consulta absolutamente perpleja y lloré con mis amigas ingresadas. Ellas mismas se asombraron al contarles “mi etiqueta”. Gracias, amigas, por vuestro consuelo. Especialmente gracias a ella… A ti: no sé si leerás esto, pero si lo haces sabrás que me dirijo a ti (reina blanca en una batalla de ajedrez).
Aquella tarde pasé mi permiso de salida con mis padres, buscando en Internet una definición más amplia de aquél trastorno. Mi madre soltó un “¡Yo sabía que algo te pasaba!”, pero a ninguno de los tres nos cuadraba la etiqueta… Llegué a dudar: tal vez… algunas cosas sí se explicarían si fuera esquizoide. Pero no, no podía ser. A pesar de nuestro rechazo al diagnóstico, yo me dispuse a concienciarme de que lo padecía. Por la noche, y los siguientes días hasta el día de mi alta me desahogué escribiendo sobre ello en mi cuaderno. Criticando el trastorno, auto-analizando mis supuestos rasgos esquizoides. ¡Patologización de la soledad! ¡Naturalización de las emociones! Yo tenía razón, los trastornos solo medicalizan aquello que se sale de lo normal (normal-habitual o normal-normativo).
“Hemos pensado que te vendría bien acudir al Hospital de Día”, me comunicó al día siguiente el psiquiatra (a quien por suerte no me asignaron en mis dos ingresos posteriores y que, por cierto, evitaba cruzar su mirada con la mía en el pasillo). ¿Qué era eso del Hospital de Día? Buffff… qué pereza… Mi compañera de habitación, que llevaba tiempo asistiendo a ese mismo Hospital de Día, solventó todas mis dudas. Le pregunté si había alguna persona con trastorno esquizoide. «¿Qué trastorno?, ¿pero te ha dicho que tú tienes eso?». No, no recordaba a nadie… tal vez lo padeciera un chico que estuvo hacía un tiempo, pero no estaba segura. Esa tarde advertí a mis padres que no pensaba que ese tratamiento fuera a ayudarme. “Creo que soy impermeable a las terapias”, no sé si se lo dije o tan solo lo pensé. Insistieron mucho, me rogaron que lo intentara, que debía probar… por ellos…
Y así lo hice… y así he acabado. Ni mejor ni peor, supongo. No creo que tenga sentido valorarlo. Digamos que me he dado un intenso paseo de ida y vuelta. De mi posición anti-psiquiátrica, pasando a ser (y resistirme sin querer) psiquiatrizada, hasta encontrar la senda de un nuevo camino como «psiquiatrizada en lucha». Será largo y complicado. Lo encontré gracias a las redes sociales, al descubrimiento del activismo en salud mental, al contacto con otras psiquiatrizadas y, finalmente, con la lectura del libro de XarxaGAM (¡Por fin veo el camino hacia mi recuperación! Psiquiatrizada en lucha, gracias a XarxaGAM.).
Mi itinerario terapéutico consta de dos movimientos complicados, duros y lentos:
- Despsiquiatrizarme. No necesito trabajar mis esquemas de pensamiento porque no han podido ser domesticados por el sistema psiquiátrico. Sin embargo, debo empezar a reducir la medicación con la esperanza de poder vivir sin ella. O, como mucho, utilizarla en momentos puntuales. Este proceso me llevará tiempo. Hoy mismo he salido de la consulta del psiquiatra con una nueva medicación (un antipsicótico, abilify) que añadir a las que ya tomo: dos antidepresiv
os, venlafaxina y mirtazapina, un ansiolítico, rivotril, un supuesto regulador del estado de ánimo (que oficialmente es un antiepiléptico), topiramato y un antipsicótico como pastilla de rescate, zyprexa. Necesito un poco más de tiempo combatir estas drogodependencias, todavía no puedo dejarlas. Me arriesgo a continuar enganchada a la cocaína. Me agarro a un clavo ardiendo, y arde mucho, pero podré soltarlo.
- Independizada del sistema psiquiátrico, tendré que unirme a otras trastornadas (despsiquiatrizadas y psiquiatrizadas en lucha) para combatir juntas nuestros malestares. Esto se hace en los GAM (Grupos de Apoyo Mutuo). Este segundo movimiento es, si cabe, más complicado. Puesto que no depende únicamente de mí misma, sino de la disposición de otras trastornadas. Hace unas horas me escribió una chica por instagram y compartió conmigo parte de su historia, así como me contó la tremenda sobre-medicación que sufre. Ambas vivimos en Madrid, así que le pregunté si conocía la existencia de FlipasGAM. Lo desconocía y, de inmediato, pasó a echar un vistazo a su página de facebook. Aunque todavía no formo parte de FlipasGAM, tengo contacto con alguno de sus miembros. Esta alternativa terapéutica depende de una mayor participación y compromiso por parte de alguien como tú, como yo… Que desconocíamos su existencia pero estamos llegando a entender su importancia para nuestro bienestar psíquico. En cuanto esté un poquito más fuerte, me uniré a ellas. Pero necesitamos crecer, ser más visibles. Así que te pido a ti, seas quien seas, estés donde estés… que busques (¡o incluso puedes crearlo!) y te unas a algún GAM. Estoy pidiendo que me ayudes, que nos ayudes… y te ayudes a ti misma.
Categorías:Activismo loco, Narraciones, Reflexión política
Y dejo aquí otro enlace para desmedicalizar o despsiquiatrizar el malestar, cuando así se decida o convenga: Es lo mejor que he visto nunca. Lo he visto en xarxagam.org, y es éste: http://willhall.net/files/GuiaReducciondelDanoDiscontinuaciondeDrogasPsiquiatricas2EdOnline.pdf
Mi pasada despsiquiatrización la he visto bastante reflejada ahí.
Merece leerlo entero, de verdad.
Me gustaLe gusta a 1 persona
A los GAM se pueden añadir los GAT (Grupos Abiertos Terapéuticos) de la llamada Nueva Psiquiatría, formada en torno al Dr. Javier Alvarez. Muy interesantes. Dejo aquí enlace: https://nuevapsiquiatria.es/
Me gustaLe gusta a 1 persona
Creo que vas en la línea adecuada, Antropóloga. Debes de unirte a un GAM o, si no, crearlo.
No todos los GAM son lo mismo. No conozco con el suficiente detalle a FLIPAS GAM para poder opinar de él. Los GAT de Nueva Psiquiatría a que se refiere Iñaki yo los considero también un GAM, aunque con sus características propias. Lo que sí estoy por asegurarte es que Flipas GAM está contra esos GAT y contra Nueva Psiquiatría.
Me gustaMe gusta